lunes, 30 de marzo de 2009

Cegada

Llegué al café a la hora acordada. Subí un par de escalones y abrí la puerta principal. En una esquina estaba jugando, como habitualmente lo hace, con una cucharita del café. Camine decidida. Hace más de una hora lo llame con la garganta apretada. Pero ya no tengo miedo, esta junto a mí. Pedí un vaso de soda y me trajeron unas galletitas. Le dije que padecía gatito para distender la conversación. Luego me puse seria y lacónica. Lo miré a los ojos y le pregunte si me amaba, me dijo que sí. Le pregunte si estaría conmigo siempre y me dijo que sí, cada vez que lo decía acariciaba su incipiente barba. Le pregunte si le podía robar un beso y me dijo que si, se elevo por sobre la mesa y acerco sus labios a los míos, eran tibios. Miré al piso y le dije que estaba enferma y que pronto perdería la visión. Nadie sabía cuando ni como pero pronto, muy pronto perdería la visión. Le dije que lo último que quería ver era su carita sonriéndome, le pedí que hiciese un esfuerzo porque para mí también era difícil. Apoye mis manos en la parte de atrás de su cabeza. Acerque su frente a la mía y sin despegar mi mirada de la suya le pedí que sacase un estuche que había en mi abrigo. Lo sacó y lo dejo encima de la mesa. Le dije de nuevo si me quería y dijo sí. Saque unas tachas y me las clavé, sería la última vez que vería. Di un grito ahogado y sentí mis piernas y manos que se tambaleaban. Traté de tomar su mano pero la escondió, acerque mi mano a su cara y se escabullo. Pregunte si aún me quería y no hubo respuesta. Un ardor empezó a abrazarme y no era el dolor. Era inquietud. Le volví a preguntar, pero la única respuesta fue el sonoro vaivén de la puerta de entrada.

ausente en el presente


“Llegue a tu lado
Busque tus manos
Y no las encontré.
Busqué tus ojos
y no los encontré.
Busque tus labios
y no los encontré.
Busque tus pechos
y no los encontré.
Desesperado te busqué
y estabas ahí”

C. Donovan

mis sueños

Cuando el divagar y suponer respecto al mundo que creo a partir de las decisiones y circunstancias que me depara mi futuro y los que desecho se hace más pesado que el sueño que me tienta me retuerzo, saco una frazada, pongo una colcha, cambio de lado la almohada caliente, boto unos cojines al piso, busco a tientas el ipod, escucho música, me saco los audífonos que me incomodan, prendo la luz, miro el computador con sus luces titilantes, me recuesto de nuevo, miro de reojo y creo ver alguien en el asiento del escritorio, siento que se mueve y empuño un libro como si con el pudiese hacer daño, prendo la luz desesperado y no hay nadie. Luego aprovecho la luz para leer y mientras leo sigo divagando respecto a como sería si… Cabeceo y no me duermo, voy al baño, me miro al espejo y sigue ahí el fantasma de un futuro que no me deja tranquilo. Me cepillo los dientes, siguen amarillos, yo sigo ahí igual de taciturno que anoche. Bajo las escaleras, saco la leche, saco un vaso y tomo, se esparce por el surco de mis labios, dejo que quede ahí un minuto y con la manga me limpio. Me siento y creo que el sillón me esta empezando a digerir, las tachas parecen moverse y acecharme, no las quiero ver porque sé que en cuanto las mire van a saltar. Prendo la tele y ojeo una revista donde aparecen mujeres con ropa ajustada que uno nunca ve en el metro. Recuerdo el ruido chirriante del metro y la brisa subterránea que acaricia el pelo. No veo la televisión, sino unas manchas que se zangolotean al vaivén de una música en un idioma que nunca voy a entender. Apago la luz y la televisión, subo las escaleras y miro el techo de mi cama mientras jugueteo con las manos encima de las sabanas, hago casitas habitadas por señores muy curiosos, flores y picaflores, mis manos se baten como si de eso dependiese su vida. Me duermo, despierto, me ducho, tomo desayuno, salgo en auto, llego al colegio vuelvo a mi casa y trato de dormir de nuevo, pero nunca logro encontrar mis sueños.